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Con su viaje, sus declaraciones y sus silencios, el arzobispo Dominique François Joseph Mamberti cumplió con el misterioso, enigmático y desconcertante ritual colaboracionista de altos personeros vaticanos que han viajado a la isla-cárcel en las últimas décadas
Por Armando F. Valladares, Miami, 22 de junio de 2010.
El secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, arzobispo Dominique François Joseph Mamberti, acaba de efectuar una extensa visita oficial de cinco días a Cuba comunista (del 16 al 20 de junio pp.).
Ya en el primer día de su estadía, en conferencia de prensa junto al canciller cubano, el alto prelado se congratuló por el "diálogo" con el régimen que en estos momentos está "en curso"; manifestó su esperanza de que ese diálogo "se fortalezca" por ocasión de su visita; y concluyó, de manera optimista, que "ya se ven los frutos" positivos. En sus declaraciones, monseñor Mamberti rechazó la inclusión, entre esos "frutos" del diálogo con el régimen comunista, de encuentros con opositores cubanos y de visitas a presos políticos, alegando, a falta de mejor argumento, que cumplía una "visita oficial".
En una palabra, el diplomático vaticano fue todo sonrisas hacia el régimen comunista, mostrando en contrapartida el ceño fruncido hacia los opositores y, en el fondo, hacia el pueblo cubano esclavizado.
Con su mención a los "frutos" que él considera positivos, el alto prelado pareció incluir la "mediación" asumida ante el régimen por el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, que posee un conocido historial colaboracionista. En realidad, hasta el momento esos "frutos" cardenalicios no van más allá del traslado de una decena de presos políticos enfermos, que estaban siendo torturados en prisiones distantes de sus lugares de origen, y que ahora pasarán a ser torturados cerca de sus propios hogares. También se habría obtenido la concesión de licencia extrapenal (que no es el otorgamiento de libertad incondicional) a Ariel Sigler, un opositor que fue un conocido atleta y que ahora quedó en silla de ruedas por causa de las privaciones y torturas. En realidad, con esa medida el régimen evita el riesgo de que ese conocido preso político fallezca en una cárcel y se transforme en un mártir.
Con su viaje, sus declaraciones y sus silencios, el arzobispo Dominique François Joseph Mamberti cumplió con el misterioso, enigmático y desconcertante ritual colaboracionista de altos personeros vaticanos que han viajado a la isla-cárcel en las últimas décadas, desde el tristemente célebre nuncio monseñor Cesare Zacchi, que elogió las supuestas "virtudes cristianas" del dictador Fidel Castro; pasando por su antecesor en el cargo de secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, monseñor Agostino Casaroli, quien en 1974 dijo que los católicos cubanos eran "felices"; hasta el actual cardenal secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, un decidido propulsor del "diálogo" con el régimen. A este respecto, me he visto en la dolorosa necesidad de escribir numerosos, documentados y nunca desmentidos artículos.
En realidad, más que una "mediación", lo que se está presenciando es una literal operación de "salvataje" del régimen cubano, en los planos externo e interno, impulsada por el Episcopado de la isla y por la diplomacia vaticana. En el plano externo, dejándose impresionar y paralizar por ese "salvataje" eclesiástico, la Unión Europea acaba de aplazar hasta septiembre un eventual endurecimiento de su posición hacia la dictadura cubana. En el plano interno, el "salvataje" tendría como objetivo desmoralizar a los fieles católicos de la isla y a aquellos opositores cubanos que de una manera heroica se oponen espiritualmente a la colaboración de los Pastores con los Lobos comunistas. En ese sentido, el obispo auxiliar de La Habana, monseñor Juan de Dios Hernández, durante la visita del enviado vaticano, reconoció que en los ambientes católicos cubanos existen "resistencias'' al referido acercamiento eclesiástico con los Lobos, y aprovechó para inocular una dosis de anestesia de las conciencias de los fieles alegando que "hay que tener paciencia".
Con este "salvataje" diplomático, la Santa Sede y el Episcopado cubano no solamente benefician al régimen castrista; contribuyendo a su supervivencia, contribuyen igualmente, por el principio de los vasos comunicantes, para fortalecer a los regímenes venezolano, ecuatoriano, boliviano y nicaragüense, aliados ostensivos de Cuba comunista; y para dar aliento a corrientes radicales revolucionarias que en Brasil y otros países de la región actúan como caballos de Troya. Delante de Dios y de la Historia, la referida responsabilidad eclesiástica no es pequeña, por el hecho de que está en juego la situación de esclavitud de 12 millones de cubanos, que ya se prolonga por más de 50 años; el futuro incierto de varios países de la región; y el propio futuro del continente con mayor número de católicos.
Armando Valladares, escritor, pintor y poeta. Pasó 22 años en las cárceles políticas de Cuba. Fue embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU bajo las administraciones Reagan y Bush. Recibio la Medalla Presidencial del Ciudadano y el Superior Award del Departamento de Estado. Recientemente le fue otorgado en Roma el Premio Internacional de Periodismo ISCHIA y, en Tegucigalpa, la Orden José Cecilio del Valle, en el grado de Comendador, la más alta distinción que otorga Honduras a un extranjero