¿Es idea mía o los muchachos actualmente -debido a la abundancia en todos los sentidos- son menos agradecidos que sus antepasados?
Los niños y jóvenes aquí van tres y cuatro veces a la semana a restaurantes, a Mc Donald's, a Burger King, al Pollo Loco, a las Pizzas Domino’s etc. Van de vacaciones a diferentes Estados y al extranjero, tienen piscinas, computadoras, celulares, visitan a Disneylandia y a la Montaña Mágica. Es tanto lo que reciben y disfrutan que se convierten en inmunes a la gratitud y no mantienen por mucho rato en sus mentes los momentos agradables que vivieron.
¡Qué diferentes a los bellos recuerdos de nuestra niñez! Hasta boberías sin la menor trascendencia las conservamos vivas en nuestros cerebros. Por los siglos de los siglos.
¿Qué importancia tiene para un hijo o nieto nuestro comerse un sándwich cubano? Cada uno de nuestros herederos deben haberse comido cientos de sándwiches en Porto's de Glendale, o en el Latin American de Hialeah o en el Versallies de Miami.
Sin embargo, jamás yo olvido -ni dejo un segundo de mi vida de agradecer- aquella vez que mi padre me llevó a una cafetería en La Habana llamada Los Parados y disfruté del mejor sándwich que había comido en mi vida.
¿Cómo olvidar aquellos “discos voladores” de jamón y queso que en varias ocasiones me preparó Joaquín Domínguez en “La Viña Aragonesa”? En Güines le dije gracias 20 veces y en Los Ángeles 100.
Una tarde llegué a mi casa elogiando con vehemencia unos zapatos bellísimos que un joven me había enseñado en el parque y presumía de haberlos comprado en una peletería llamada "La Exposición" en La Manzana de Gómez en La Habana. Mi madre sorpresivamente me dijo: “Yo te voy a llevar y te los voy a regalar"…Todos nos reímos de esa ocurrencia porque mi madre nunca había ido sola a la Capital.
Sin embargo, ella se las agenció y habló con su sobrino político Julio “el chileno” García Marcos y le pidió que nos llevara a esa zapatería en la Manzana de Gómez. No encontramos los zapatos ni la tienda pero conseguimos unos parecidos que también me gustaron. ¿Cómo no rememorar eternamente ese increíble gesto?
¡Que rico aquel bisté de palomilla con papitas fritas en el restaurante de “Bencito” al frente del parque! Hasta conseguir el permiso de mis padres para ir al “Brage Yatch Club" a bañarme en el Mayabeque es motivo de agradecimiento para mí.
Inolvidable que mi tio Enrique Fernández Roig me montara en su Buick Special del 56 para ver las inundaciones producida por un temporal y el desbordamiento del río.
Qué gran favor fue cuando me permitieron dar un viaje al Stadium del Cerro, una excursión del Instituto a Río Cristal, y una visita a Varadero junto a mis amigos Milton Sorí y Ángel “Cuqui” Amorós Oliva.
¡Cuanto agradezco esas 11 fiestas de cumpleaños en mi casa para mi hermano Carlos Enrique y para mí, y una Nochebuena en la casa de María Cobas y el alcalde Jaime Quintero, en la Calle Cuatro Palmas donde por primera vez comí turrón!...
Mientras tanto, aquí el domingo se lleva a un muchacho, por ejemplo, a la "Biblioteca y Museo Presidencial Ronald Reagan" para que vea la nueva exhibición dedicada al béisbol que le han añadido... Está cinco horas observándolo todo, más dos horas de viaje, y cuando sale dice: “Y ¿donde vamos a ir ahora?"